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ARMERÍA TAJAMAR – Tu modernidad protegida

Hernan Pacurucu C.

 

“Marcuse afirmaba que los campos de concentración, las exterminaciones masivas, las

guerras mundiales y las bombas atómicas no son "un regreso a la barbarie", sino una prueba irrefutable del desarrollo científico y tecnológico moderno». Lo asombroso de este punto de vista es la continuidad que Marcuse dice ver entre la Alemania fascista y la sociedad estadounidense contemporánea. En su opinión, los campos de concentración y las armas nucleares son sólo dos manifestaciones distintas del mismo fenómeno psicológico subyacente. Los seres humanos son agresivos de nacimiento. Tenemos un deseo de muerte, un deseo de matar. La sociedad nos obliga a reprimir este instinto. Si logramos ejercer un autocontrol eficaz, el instinto se sublima y el superyó logra gobernar al individuo. Según esta teoría, la carrera por conseguir una hegemonía militar sería una forma de satisfacción sustitutoria. Cuando falla, surgen la dictadura, la guerra y el genocidio”

 

Joseph Heath y Andrew Potter

 

Al configurar una “ontología de la violencia” en el sentido más profundamente heideggeriano del termino -tal como lo propone Víctor Hugo Bravo- en el proyecto “Armería Tajamar, tu modernidad protegida”, no hace falta más que escudriñar en los archivos de una memoria reciente (que vea por donde se vea y analícese por donde se analice) nos llevará de una u otra manera al instante histórico de la segunda enmienda norteamericana (1791) la cual da la potestad de poseer armas a todo ciudadano norteamericano, sustentada en el antiguo derecho anglosajón de la Inglaterra de la Edad Media que promulgó a su vez el derecho a todo hombre libre a tener armas al servicio del rey (1689).

El derecho al uso de armas con fines deportivos y de protección, a su vez ha decantado en una oleada de violencia que se ha extendido en sus formas más virulentas ya comentadas hasta el cansancio como la Masacre de la Escuela Secundaria de Columbine (1999), el Atentado de Oklahoma City (1995), La Masacre en el Colegio de Primaria de Sandy Hook, en Newtown (2006), el Tiroteo en Tucson (2011), el Tiroteo al Templo Sij de Pak Creek, Wisconsin (2012), la Matanza en Fort Hood (2009), la Masacre en Virginia Tech (2007), la Tragedia en Minnesota (2005), el Tiroteo en una escuela Amish (2006) entre más de noventa tragedias similares en menos de dos décadas de historia.

Todo ello ha llevado a Bravo a instaurar (bajo el formato crítico del arte) una instalación performática que se expondrá en un espacio pertinentemente emplazado para ello, un kiosco o local comercial, que hoy funciona como espacio expositivo y que es restituido a su origen como espacio de comercio para en su interior elaborar todo un andamiaje mercantil que permita comercializar una suerte de objetos escultóricos que simulan el armamento bélico sofisticado.

Y es que comercializar arte como si fuera un arma de defensa primero juega con el engaño visual que produce el objeto, pero sobre todo y en el plano conceptual no deja de tener ese sinsabor de quien va en busca de un arma y se encuentra con su antítesis más dialécticamente opuesta que es el arte.

Por otro lado los objetos escultóricos juguetean con la forma pero están vaciados de todo sentido bélico, pues son simplemente objetos artísticos que cumplen su función estética.

Este gesto irónico (que Bravo realiza) de arrebatar la violencia al acto bélico es sin duda una manera muy elegante de poner en la mesa de discusión todo el desarrollo histórico de la violencia y su razón de ser, bajo el acto de seducción fatal propio del mercado y sus maniobras sensoriales las cuales son utilizadas muy inteligentemente por el artista, para desarticular el sistema operante.

Y es que el mismo formato de justificación de la violencia se remonta a todo el aparataje religioso instituido para provocar temor, bajo el formato de un dios vengador, así en la Iglesia Católica el dolor es constitutivo de la existencia, de ahí que el dolor se vuelve el justificativo que engendra violencia o sino recordemos la violencia en el Antiguo Testamento que se encuentra encarnada en el libro de Job, en donde Job cansado del castigo divino trata de huir de la mirada de Dios, ya que la mirada de Dios se constituye en violencia pura, al punto que Dios arremete contra Job sin más que por pura autoridad y sin razón alguna, sólo por un simple capricho, así mismo en el Nuevo Testamento en el Evangelio según San Mateo, pasaje 34 Jesús dice “No penséis que he venido a traer paz, sino espada”, o en el libro del Corán, Dios exige sumisión y esa sumisión se transforma en violencia; éstos son algunos ejemplos de libros que se sustentan en la violencia como eje constitutivo de la espiritualidad.

Hoy en día el formato no ha cambiado para nada y el éxito de la violencia está dado porque acrecienta el efecto de terror, el terror a su vez justifica el uso de armas por la inseguridad que se fomenta amén del miedo, y el miedo genera mecanismos de control que sólo bajo parámetros de terror la “gente libre” los consentiría, por lo que hoy el modelo religioso de causar temor subsiste en formatos mucho más grotescos, sino recordemos el discurso de Bush hijo, luego de la caída de las Torres Gemelas, cuando divide a la humanidad en el eje del mal para referirse a Oriente y desde luego queda en el imaginario que Occidente es el eje del bien, las consecuencias de este modelo de terror hasta el día de hoy las seguimos viviendo, Afganistán, (2001) Intervención de la OTAN y sin la sanción de la ONU, Irak (2003) Intervención de EE.UU. y algunos aliados sin autorización de la ONU, Pakistán, Yemen, Somalia, (2002)  Ataques con aviones no tripulados sin autorización de la ONU, Libia, (2011), Intervención de la OTAN con la sanción de la ONU, entre otros, lo cual nos lleva a la pregunta sobre quién mismo carga la denominación terrorista.

 

Entonces, la estrategia de Víctor Hugo Bravo está sustentada en engendrar estos mecanismos visuales propios de la parafernalia militar para en un giro conceptual vaciarlos de sentido logrando de esta manera que su función sea un elemento de lo estético y ya no de lo bélico reprimiendo su violencia para relumbrar su morfología, sosteniéndose en la idea performática de vender arte como un medio de protección, arte para la defensa, anclado en los dispositivos hippies más interesantes de relectura del propósito de la guerra, Bravo instituye no sólo el discurso crítico sino le da una salida poética al proponer al público (como ciudadano moderno al que Marcuse acusa de ser agresivo y que la sociedad reprime su instinto) ese ciudadano sediento de armas, que se proteja con arte.

Hernán Pacurucu C.

Crítico y curador de arte contemporáneo

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