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SOBRE CABEZAS NEGRAS

 

Mauricio Bravo C.

2015

 

La manera en que la obra de Víctor Hugo Bravo participa de la exposición La forma del Diablo es desarrollando una visualidad gestual que problematiza las metáforas del mal desde la puesta en escena de lo monstruoso en sus múltiples manifestaciones. Tanto en su dimensión corporal como en su articulación social y política, lo deforme para el artista simboliza el sustrato rebelde, irracional e irrepresentable que posee la vida y, en especial, la voluntad de poder que en ella reside y habita. Es este pre-sentimiento de que existe un poder anterior al poder,  una política anterior a la política, una anarquía anterior al anarquismo o una voluntad más allá de lo humano lo que sus trabajos intentan captar y hacer visible al espectador.

La complejidad que nos presenta su trabajo reside justamente en ello, puesto que nuestra mirada sobre el mundo siempre está forjada por parámetros culturales específicos o criterios morales rígidos. De allí que, al ver la obra del artista, nos desconcierte el no poder dilucidar el bien del mal, la belleza de la fealdad, el odio del amor, el miedo del placer, etc. Efectivamente, los montajes de Bravo siempre buscan confundir estos marcos de representación para mostrarnos que, detrás de tan frágiles categorías, lo que despunta o señorea es la naturaleza acéfala de lo vital.

Su propuesta actual, titulada “Cabezas Negras”, no se aparta de los principios recién enunciados, sino que los emplaza desde una perspectiva biopolitica particular y específica. Me refiero a que el conjunto de imágenes elegidas por el artista, así como los objetos y el diagrama militar que los contiene, aluden directamente a horrorosos hechos históricos y a eventos contingentes de violencia. Los mapas de campos de concentración y las fotografías de cuerpos destrozados por el narcotráfico en México se mezclan con imágenes médicas que registran deformidades en el cuerpo o enfermedades que distorsionan la anatomía humana. Esta combinación objetiva un paisaje donde el sentido o la razón pareciera no tener lugar, de manera que lo que vemos es una suerte de campo de fuerzas en pugna o guerra, donde el equilibrio desaparece y lo anómalo toma su lugar.

Extrañamente la geopolítica que dibuja el artista no se presenta bajo apariencias caóticas o desordenadas; más bien, el mundo que nos muestra Bravo está rigurosamente diseñado y estéticamente organizado. Esta confrontación entre lo alterno y un régimen sensible fuertemente estratificado causa en nosotros un profundo desasosiego, pues lo que vemos construye un nuevo cosmos en el cual las leyes que garantizan la armonía estelar son absolutamente opuestas a las que rigen nuestro fracasado o desigual mundo social.

Tal vez lo complejo de “Cabezas Negras”, así como de la obra de Víctor Hugo Bravo en general, sea que nos dificulte determinar cuál es nuestra opinión o nuestro punto de vista sobre los hechos que conforman su imaginario. Esta pregunta o duda, muy legítima, sobre todo en un contexto cultural donde los artistas suelen sobre-identificarse políticamente, no pareciera tener mayor sentido al ver su trabajo. No es que su obra niegue lo político, es que el carácter “otro” de su hacer nos indica que su afán o su deseo no es hablar del poder, sino hacer hablar al poder, obligándolo a decir su origen a-sistémico, su naturaleza anárquica. En fin, lo que desea el artista es interrogar su economía libidinal.

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